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Perfectos como el Padre Mt 5,38-48 (TOA7-14)



“No odiarás de corazón a tu hermano…sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Es interesante esa relación entre la prohibición y el mandato. Si se prohíbe el odio es en razón de la importancia del amor. Así se incluye la llamada regla de oro de todas las éticas en el contexto de la Ley de Moisés (Lev 19, 17-18).
Junto a ese binomio aparece la exhortación a reprender al pariente cuando peca y la prohibición de la venganza y el rencor contra los más allegados. Es verdad que los textos bíblicos habrían de ampliar el círculo hasta aconsejar la compasión hacia el prójimo en general y aun a los extranjeros que aceptan vivir en paz con el pueblo que los acoge.
La introducción a estas palabras nos sitúa en un terreno que no es muy popular en nuestros días: “Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo”. Eso significa que el creyente no puede limitarse a ser “políticamente correcto”. Ha de tratar de hacer presente y visible la santidad del mismo Dios.

LA TÚNICA Y LA CAPA

Este mensaje se completa en el evangelio de hoy, situado en el marco del Sermón de la Montaña (Mt 5, 38-49). Jesús recuerda la ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. Solemos pensar que era una licencia para la venganza. En realidad, era una restricción de la misma a términos de equidad. Nadie tenía derecho a exigir más de lo que le habían quitado.
Pero Jesús va más allá de aquella antigua norma. En el texto aparecen cinco ejemplos de exigencias incómodas: los que agravian, abofetean, pleitean por la túnica, exigen compañía y piden dinero prestado. El Maestro exhorta a sus discípulos a que no rehuyan a estos insolentes, aprovechados o impertinentes.
Su mensaje sugiere tres actitudes contrarias que suponen un heroísmo más que habitual: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”. No se trata de caer en un victimismo enfermizo. Se trata de aprender a amar con gratuidad. Amar a los que nos aman y saludar a los que nos saludan es normal. Hasta los paganos lo hacen. Al creyente se le pide algo más.

EL SOL Y LA LLUVIA

¿Cuál es la razón para ese comportamiento tan generoso? No puede ser ni la cobardía ni la comodidad de quien no sabe o no quiere defenderse. Tampoco puede ser la falsa bondad de quien espera ser aplaudido por la sociedad. Sólo hay un motivo. Hay que poner amor donde no lo había… porque eso es lo que hace Dios. Antes de ser una exhortación moral, el texto es una revelación del mismo Dios.
• Dios hace salir su sol sobre malos y buenos. No es la bondad humana la que mueve a Dios a regalarnos la luz. Y no es la maldad humana la que puede impedir a Dios hacerse presente en nuestras vidas.
• Dios manda la lluvia a justos e injustos. No es la justicia humana la que determina la justicia de Dios. Es la lluvia de su misericordia la que produce sobre la tierra la verdadera justicia que es, a fin de cuentas, el rostro del amor.

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