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El don del Espíritu Santo Jn 20,19-23

En la exhortación  La alegría del Evangelio, el Papa Francisco nos dice que “una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora” (n. 261).
Según el libro de los Hechos de los Apóstoles que hoy se lee en la liturgia (Hch 2,1-11), durante la fiesta judía de Pentecostés, los pocos seguidores de Jesús estaban reunidos en un mismo lugar. Junto al huracán que resonó en toda la casa, aparecieron unas lenguas como de fuego, repartidas sobre cada uno de ellos. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen”. 
El Espíritu de Dios cambió a los miedosos y egoístas discípulos de Jesús en valientes y generosos testigos de su resurrección y de su mensaje. El Espíritu de Dios es Espíritu de amor. Y el amor se hace comprensible en todas las lenguas. 
 
FIESTA DEL ENVÍO

El evangelio (Jn 20,19-23) nos recuerda que ya el mismo día de su resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos, les deseó la paz y, al mostrarles sus llagas, “ellos se alegraron de ver a Jesús”. La paz y la alegría son los primeros regalos del Resucitado.
Pero el gran regalo, el “altísimo don de Dios” es su Santo Espíritu. Sin el Espíritu es imposible vivir la alegría del Evangelio. Si no se nos da el Espíritu no podremos reconocer al Señor Resucitado. Si no acogemos con fe al Espíritu de Dios, no podremos vivir el gran regalo del perdón
El Espíritu de Dios es principio de vida y de gracia, fuente de amor y de concordia,  prenda de verdad y de caridad fraterna. El Espíritu remueve la fe y la esperanza de los discípulos de Jesús y está presente en la Iglesia, guiándola hacia el amor y la verdad. Ignorar al Espíritu es ignorar al Padre de los cielos e ignorar las claves de la misión de Jesús.
Pentecostés es la fiesta de la misión, es decir, la fiesta del envío de los creyentes. Como el Padre envió a Jesús, también él nos envía a nosotros por los caminos del mundo.

FIESTA DEL PERDÓN

Tras el saludo, Jesús Resucitado sopló sobre sus discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar”.
• “Recibid el Espíritu Santo”. No somos los discípulos los que creamos la vida, los que inventamos la verdad, los que producimos el amor. El Espíritu de Dios es su don por excelencia. Es la fuente de todos los dones.
• “A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados”. Todos necesitamos pedir y recibir humildemente el perdón de Dios. Sólo así podremos nosotros transmitirlo con generosidad y con esperanza a los demás.
• “A quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar”. Si conocemos nuestra fragilidad, será difícil ser perdonados y perdonar. Pero el Señor entrega a su Iglesia la responsabilidad de discernir entre el bien y el mal.

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