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El Hijo amado Mc 9,2-10 (CUB2-15)

“No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo” (Gén 22,12). El ángel del Señor detiene así la mano de Abrahán, dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac. A cambio Dios le promete  la bendición de una descendencia innumerable, como las estrellas del cielo y las arenas de las playas.  
Este relato bíblico ha escandalizado a muchos creyentes, que se preguntan cómo Dios puede pedir a un padre que le sacrifique su único hijo. El contexto histórico cultural puede ayudar a entenderlo. Los pueblos cananeos, como tantos otros, reconocían a sus dioses como origen y dueños de la vida. Por eso les ofrecían la vida de los primogénitos.
Pero el pueblo de Israel ha comprendido que su Dios no quiere la vida humana. Y que ésta puede ser representada por el sacrificio de un animal. Andando el tiempo habrá de descubrir que no basta ofrecer la sangre de un animal. Dios prefiere el sacrificio de un corazón contrito y humillado. Ese es el verdadero sacrificio. Abrahán ha dado prueba de su obediencia a Dios. Y eso basta para demostrar su fidelidad y alcanzar las bendiciones del Señor.

ENTREGA Y PROMESA

En este segundo domingo de cuaresma el evangelio de Marcos (Mc 9, 1-9) propone a nuestra meditación el relato de la transfiguración de Jesús en el monte. Cabe preguntarse qué relación guarda este texto con el del libro del Génesis que se lee en la santa misa.  
• Si Abrahán había decidido no reservarse a su único hijo, Isaac, tampoco el Padre celestial se reserva a Jesús, su Hijo amado.  Jesús es el nuevo Isaac que carga con el instrumento de su sacrificio para subir hasta el monte, en el que se ha de consumar su sacrificio.
• Si la mano de Abrahán es detenida por el ángel del Señor, que le revela la voluntad de Dios, también Jesús habrá de recibir la visita del ángel, que le revelará el sentido de su entrega y de su sacrifico.
• Si la voluntad de sacrificar a Isaac se convierte para Abrahán en anticipo y profecía de la vida de todo un pueblo, también el sacrificio de Jesús será signo y promesa de una amplia y gozosa fecundidad.  

LOS SIGNOS Y LA VOZ

El relato evangélico de la transfiguración de Jesús  nos revela la identidad y la misión de Jesús, alimenta nuestra contemplación y orienta nuestra vida de creyentes:
• Jesús aparece acompañado por Moisés y Elías. Es decir, los discípulos hemos de entender que en él se cumplen las esperanzas que previeron y anunciaron tanto la Ley como los profetas.
• Jesús se transfigura en lo alto de un monte, mientras una nube cubre a sus discípulos. Es decir, hemos aprendido que Jesús está en contacto con Dios y que la majestad de Dios envuelve a sus seguidores.   
 • Jesús es presentado a los discípulos por una voz celestial: “Este es mi Hijo amado; escuchadle”. Es decir, Jesús es el Hijo amado de Dios, que se entrega por nosotros y nosotros estamos llamados a escuchar su palabra y vivir su mensaje .

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