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Hijo de una virgen Mt 1,18-24 (ADA4-16)

“Mirad: la virgen está encinta y da a luz a un hijo, y le pone por nombre Emmanuel (que significa, Dios con nosotros”) (Is 7,14). El rey Acaz teme que los pueblos que se habían coaligado contra él llegaran a invadir la ciudad de Jerusalén. Por eso está revisando las conducciones de agua. Buena previsión ante un posible asedio a la ciudad.
El profeta Isaías se acerca para anunciarle que no habrá guerra. El rey no cree al profeta. Este le sugiere que pida una señal, pero el rey se muestra cínicamente piadoso. No quiere tentar al Señor. Pues bien, el Señor le da una señal. La señal de la vida, representada en un niño que nace y en el nombre que se le impone. ¡Dios con nosotros!
 Con toda razón el salmo responsorial nos invita a hacer nuestra la certeza de esa presencia en medio de nosotros: “Va a entrar el Señor. Él es el Rey de la gloria” (Sal 23). Y San Pablo, por su parte, nos exhorta a ver cómo el Evangelio se refiere al descendiente de David, que es también Hijo de Dios  (Rom 1,1-7).

EL SALVADOR
Estamos acostumbrados a meditar la anunciación del ángel a María. Pero el evangelio de este tercer domingo de Adviento nos presenta la anunciación del ángel a José, su esposo (Mt 1,18-24). En un caso y en el otro, Dios revela a sus elegidos su plan de salvación. Es decir, les anuncia el nacimiento del Salvador. 
Ese es el núcleo del mensaje. Con frecuencia pensamos que lo importante de este pasaje es disipar las dudas de José. Y con razón, porque el ser humano se siente perdido ante la presencia de lo desacostumbrado Y mucho más perdido cuando los acontecimientos parecen deshacer sus propios planes de vida.
Pero hay algo más. Ante las dudas de José, vemos que el ángel del Señor le abre un resquicio para que pueda aceptar el don de la vida y el misterio que viene a rozar su rutina. Además, el ángel del Señor le confiere el honor y la responsabilidad de poner nombre al niño que llega: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.

EMMANUEL
Por su parte, el evangelista Mateo recuerda la profecía de Isaías al rey Acaz. La certeza de que no habría guerra. La promesa de la paz. La garantía a un rey tan preocupado como cínico. Todo es visto desde otra clave.
• “La virgen concebirá y dará a luz un hijo”. La doncella anunciada por el profeta Isaías es ahora presentada como una virgen. Eso significa que el hijo que de ella va a nacer no es fruto del esfuerzo y de los planes humanos. Es un don gratuito de Dios a la pobreza y a la humildad humana. 

• “Le pondrá por nombre Emmanuel”. Dios había estado siempre al lado de su pueblo. Ahora, en el hijo de María, Dios habrá de hacerse cercano a todos los seres humanos, sean del origen que sean. Se hará tan cercano que adoptará su naturaleza y sus sueños, su fatiga y sus esperanzas.

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