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Los talentos Mt 25,14-30 (TOA33-17)

“Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas… Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza” (Pro 31,10.31). He ahí el principio y la conclusión de ese espléndido himno que encontramos en el libro de los Proverbios. 
Algunos estudiosos sugieren que puede ser un himno a la sabiduría personificada. Gracias a ella se mantiene en pie la familia y vive en armonía toda la sociedad.  Pero la imagen empleada contiene un elogio a la mujer hacendosa. Sostiene su hogar con su trabajo, atiende a su familia y, además, se muestra compasiva con los pobres y los necesitados.
La imagen ideal de la familia reaparece en el salmo responsorial. Precisamente este salmo 128 (127) ha sido glosado por el papa Francisco en su exhortación Amoris laetitia.
En este penúltimo domingo del año litúrgico es muy oportuna  la lectura en la que Pablo pide a los Tesalonicenses que vivan en la luz y estén siempre preparados para el “Día del Señor”, que llegará como un ladrón en la noche (1Tes 5,1-6).

EL ENCARGO Y EL JUICIO
Como sabemos, en el capítulo 25 del evangelio de Mateo encontramos tres parábolas sobre la esperanza. Tras la parábola de las diez doncellas invitadas a la boda, se incluye la de los talentos que, antes de irse de viaje, un hombre entrega a sus siervos, con el encargo de que negocien con ellos (Mt 25,14-30).
• El primero recibe cinco talentos, negocia con ellos y gana otros cinco. Al regresar, su amo lo alaba, calificándolo como “siervo bueno y fiel”, y le promueve en su cargo.
• El segundo recibe dos talentos, con los que logra hacer negocio y ganar otros dos. También él es alabado por su amo, que le confía una importante responsabilidad.
• El tercero recibe un talento. Precisamente él,  que presume de conocer bien a su amo, no secunda sus proyectos. Así que esconde bajo tierra el talento para devolverlo a su amo, que, en el juicio, lo condena por inútil, negligente y holgazán. 

ESPERANZA RESPONSABLE
Hemos meditado muchas veces esta parábola de los talentos. Y tantas otras veces hemos reflexionado sobre las lecciones que encierra para nosotros.
• En primer lugar nos complace ver que el amo confía en sus propios criados. Y agradecemos a Dios que también a nosotros nos haya confiado tantos tesoros de la naturaleza y de la gracia. 
• Además, vemos que la espera de la venida del Señor no puede justificar nuestra pereza. Si creer es crear, esperar es operar. La esperanza no puede alejarnos de la tarea de trabajar por el progreso humano y por la extensión del Reino de Dios. 
• Finalmente, descubrimos que el premio concedido a los que viven una  esperanza activa y comprometida no consiste en algún bien material. El mayor premio es “entrar en el gozo de nuestro Señor” y el mayor castigo es ser alejados de él.

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