Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus

Sabiduría para compartir Lc 2,22.39-40

La vida y el amor Lc 2,22.39-40 (NAV) Sagrada Familia

En el domingo que sigue a la solemnidad del Nacimiento de Jesús celebramos cada año la fiesta de la Sagrada Familia. Esa realidad tan humana tiene una larga historia, que la memoria de Israel sitúa y contempla ya en los orígenes del pueblo.
  “Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas. Así será tu descendencia”. He ahí la promesa que Dios dirigió a Abraham, al constituirle padre de una multitud de naciones (Gén 15,1-6). Como se ve, los hijos son el signo y el resultado de la alianza que Dios ofrece al anciano patriarca. La familia es una bendición.
La carta a los Hebreos que hoy se lee (Heb 11,11-12) recuerda esa misma alianza: “De un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerossa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar”.  
 El mensaje es claro. El Dios de la vida promete y promueve la vida. La vida es, por tanto, el primero de los dones de Dios. Es un regalo gratuito. Sin embargo, ese don divino comporta la aceptación humana.  La vida de los hombres surge en el seno de la familia. 

LA ESCUCHA Y EL ASOMBRO
 El evangelio de esta fiesta recuerda la presentación de Jesús en el templo (Lc 2,22-40). José y María cumplen cuidadosamente las normas de la Ley, y contemplan la irrupción del Espíritu en un hombre justo y piadoso. Simeón reconoce en el Niño al Mesías del Señor. En él descubre al que ha de ser la gloria de su pueblo y la luz para los pueblos paganos.
 El padre y la madre de Jesús quedan admirados por lo que oyen decir de él. El mismo evangelio de Lucas ha referido que los pastores que velaban y cuidaban sus rebaños en la noche, se acercaron a ver al Niño y  contaron lo que habían oido pregonar a los ángeles.
 • Los relatos sugieren la importancia de los mensajeros que Dios envia a la familia de Jesús. El don de aquella vida es tan grande que requiere la confluencia de muchas voces. También hoy el don de la vida requiere un testimonio compartido sobre su valor.
• Pero ambos relatos nos sugieren que José y María habían de escuchar una y otra vez el mensaje sobre aquel Niño. A la escucha más atenta sucedió y ha de suceder siempre el asombro y la admiración ante el misterio.

DONES Y TAREAS
Después de presentar a Jesús en el Templo y después de escuchar las palabras de Simeón y de Ana, José y María regresaron a su ciudad de Nazaret. “Y el niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia Dios estaba con él”.
• El crecimiento parece garantizado por el tiempo. Pero requiere el esfuerzo de toda la familia. La salud integral, siempre amenazada, exige vigilancia y cuidados sin cuento.
• La sabiduría no se reduce al aprendizaje de técnicas. La familia es taller y escuela. Su ideal es enseñar y transmitir los valores que verdaderamente valen.
• La gracia de Dios se derrama generosamente sobre todos sus hijos. Pero la familia ha de cultivar el terreno para que esa gracia produzca los frutos de las buenas obras.

Acabar y comenzar bien el AÑO


Fuente: elrincondelasmelli

Feliz Navidad por los Minions

San Agustín, mi amigo

Un libro ameno, de texto ligada a ilustraciones acordes, enfocado a niños y adolescentes. Una obra realizada por un agustino que habla de su maestro. Un regalo sencillo y acertado.

Autor: A. Faivre (trad. Ignacio Insunza)
Editorial: Monte Carmelo
ISBN: 978-84-7239-749-1
72 páginas
Precio 8 euros










Edición digital: https://amaneradereflexion.files.wordpress.com/2016/09/san-agustin-mi-amigo.pdf

El Hijo de Dios Lc 1,26-38 (ADV4-17)

 “Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré el trono de su realeza. Yo seré para él padre, y él será hijo para mí”. Esa es una parte muy importante de la promesa de Dios, que el profeta Natán transmite a David (2Sam 7, 12.14).
 Dios promete estar con el rey, plantar a su pueblo en el territorio y asegurar la paz al reino. No era poco. Pero además, el profeta se refería a los tiempos que habían de seguir tras la muerte del rey. Dios prometía la estabilidad de la dinastía davídica. Y se comprometía a reconocer como hijo al futuro descendiente del rey.
Esa promesa es recogida por el salmo responsorial que hoy se canta en la misa (Sal 88). Es grande la misericordia de Dios, que se muestra fiel a su alianza.
Ante tal muestra de su providencia solo es posible dar gloria a Dios por Cristo Jesús, revelación del misterio mismo de Dios (Rom 16,25-27).

EL ANUNCIO
 El evangelio de este domingo cuarto del Adviento recuerda una vez más el relato de la anunciación del ángel Gabriel a una doncella de Nazaret (Lc 1,26-38). Junto a la profecía de Isaías y el mensaje de Juan el Bautista, ella aparece como la figura más importante del Adviento. En ella se hace realidad la antigua profecía de Natán:
• “Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”. Su nombre es ya un grito profético. Significa “Dios es Salvador”. Por él viene la salvación.
• “Se llamará Hijo del Altísimo”.  El hijo de María será hijo del Dios Altísimo.  En él se encuentran lo humano y lo divino, el pecado y el perdón, la necesidad y la dádiva. 
• “El Señor Dios le dará el trono de David su padre”. El niño que va a nacer pertenece a la dinastía real. En él se cumple la alianza de Dios. Pero su reino supera al reino de David.
Al recordar el cumplimiento de las antiguas profecías, nos disponemos a celebrar con alegría el nacimiento de Jesús.

EL HIJO DE DIOS
En la historia de Israel son numerosos los relatos sobre algunas mujeres que se decían estériles y, sin embargo, dieron al mundo patriarcas, héroes o jueces de su pueblo. Las palabras del ángel a María evocan esas memorias.
• “El santo que va a nacer se llamará hijo de Dios”. El niño que va a nacer es más que todos los antiguos héroes. Él será el Santo por excelencia. Él será la fuente y el modelo de toda santidad.
• “El santo que va a nacer se llamará hijo de Dios”. Ese niño “va a nacer” en un lugar y en un tiempo concreto. No era conocido previamente. No había sido soñado ni programado. Él es la gran noticia y la gran novedad para el mundo.
• “El santo que va a nacer se llamará hijo de Dios”. El niño que anuncia el ángel Gabriel es hijo de María. Pero con toda razón Dios lo llamará hijo suyo. Él revelará al mundo el nombre y el amor de su Padre.

Preparad el camino Lc 1,26-38 (ADV3-17)

“Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”. Esas palabras, tomadas de la tercera parte del libro de Isaías (Is 61,10), resumen el ambiente de alegría que caracteriza a este domingo tercero del Adviento. Nos alegramos, anticipando ya la celebración del nacimiento de Jesús.
En el salmo responsorial se retoma el canto de María, que resuena todas las tarden en la oración oficial de la Iglesia católica: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”. La alegría humana es un eco y una celebración de la intervención divina en la historia.
Y el tema de la alegría retorna en la segunda lectura de la misa de este domingo. En ella  se evoca el primer escrito apostólico, para recoger una preciosa exhortación de san Pablo a los cristianos de Tesalónica: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar” (1Tes 5,16). Se ve que la oración y la alegría se exigen mutuamente.

LOS SENDEROS
 El evangelio de este domingo tercero del Adviento recuerda de nuevo la figura y el mensaje de Juan el Bautista. Hay dos imágenes que lo definen:
• “No era él la luz, sino testigo de la luz”. Ninguno de los profetas era la luz. En todo caso, anunciaban su aparición futura. Juan ya está un paso más cerca del único que es la luz del mundo. Desde él, todos los creyentes en Cristo tenemos esa gozosa y arriesgada misión de ser en nuestro mundo testigos creyentes y creíbles de la Luz.
• “Yo soy la voz que grita en el desierto”. En la segunda parte del libro de Isaías se daba cuenta de una voz celestial que exhortaba a preparar a través del desierto un camino para Dios, que se identificaba con su pueblo. Ahora Juan se presenta como una voz terrena que se alza en el desierto. Los creyentes de hoy no podemos ignorar esa voz.
Es más, ya vemos que entre nosotros han surgido hombres y mujeres que han alzado su voz en el desierto. Nos han recordado la misericordia de Dios. Nos han exhortado a ver a Dios en los más pobres y humillados de la tierra. Y han dado la vida por su coherencia. Este tiempo es la hora de los testigos y de los portavoces.

EL ENCUENTRO
Siempre nos llama la atención tanto el extraño vestido del Bautista como su dieta de saltamontes y miel silvestre. Pero casi siempre olvidamos su humildad y su mensaje.
• “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Esa voz de Juan se dirige hoy a cada uno de nosotros. El Señor se ha acercado cientos de veces a nosotros y otras tantas veces hemos decidido ignorar su presencia.
• “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Esa voz del Bautista se dirige también a toda la Iglesia. El Señor está en la comunidad que él ha convocado. Pero todos podemos caer en la tentacion de la mundanidad, denunciada por el papa Francisco.
• “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Esa voz del profeta del desierto ha de dirigirse también hoy a toda la humanidad. ¿Cuántas crisis y cuántas guerras harán falta para que preste atención al paso de Dios por la historia?

Villancico ADORARLE (colegio Altozano y Café Quijano)

Óscar, mi paisano leonés e integrante del conocido grupo musical LOS QUIJANO, se ha acercado al Colegio Altozano de Alicante y la ha liado con el villancico ADORARLE en la que involucra a todos. Con este ritmo tan pegadizo no me extrañaría nada que sea el villancico que prepare mi mujer para su colegio.😉

Consejos para el Adviento del papa Francisco

Hoy comenzamos el camino de Adviento, que culminará en la Navidad. El Adviento es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo. Él regresará a nosotros en la fiesta de Navidad, cuando haremos memoria de su venida histórica en la humildad de la condición humana; pero Él viene dentro de nosotros cada vez que estamos dispuestos a recibirlo, y vendrá de nuevo al final de los tiempos «para juzgar a los vivos y a los muertos». Por eso debemos estar siempre alerta y esperar al Señor con la esperanza de encontrarlo. La liturgia de hoy nos habla precisamente del sugestivo tema de la vigilia y de la espera. En el Evangelio (Marcos 13, 33-37) Jesús nos exhorta a estar atentos y a vigilar para estar listos para recibirlo en el momento del regreso. Nos dice: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento [...] No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos». (vv. 33-36).
La persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad, sino que vive de modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer lugar a los demás. Con esta actitud nos damos cuenta de las lágrimas y las necesidades del prójimo, y podemos percibir también sus capacidades y sus cualidades humanas y espirituales. La persona mira después al mundo, tratando de contrarrestar la indiferencia y la crueldad que hay en él y alegrándose de los tesoros de belleza que también existen y que deben ser custodiados. Se trata de tener una mirada de comprensión para reconocer tanto las miserias y las pobrezas de los individuos y de la sociedad, como para reconocer la riqueza escondida en las pequeñas cosas de cada día, precisamente allí donde el Señor nos ha colocado. (Seguir leyendo)

Preparad el camino Mc 1,1-8 (ADV2-17)

“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”. Estas palabras justifican el título  de “Libro de la Consolación”, que suele darse a esta segunda parte del libro de Isaías”. El pueblo de Israel ha padecido la deportación y el exilio en Babilonia. Pero suena ya la hora del retorno a su tierra.  Así que el consuelo no es una palabra vacía de contenido.
“Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios” (Is 40,3). ¿Hay que preparar un camino al Señor o al pueblo que ha sido humillado? ¿No será una confusión del profeta? ¿O será que Dios se identifica con aquellos que han sido deportados y  maltratados en tierra extraña?
Es hora de olvidar los sufrimientos del pasado. “La salvación está ya cerca de sus fieles… La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos”. No puede ser vana esa promesa que canta el salmo responsorial (Sal 84).
Pero si Dios no se olvida de nuestra miseria, algo hemos de hacer nosotros.  Al menos, hemos de mirar hacia delante. Eso es. “Esperar y apresurar la venida del Señor” (2 Pe,3,12).

LOS SENDEROS
 El evangelio de este segundo domingo del Adviento modifica levemente el mensaje del profeta: “Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,3). El desierto era antes la vía de retorno de los desterrados. El desierto es ahora el lugar donde resuena la voz de Juan Bautista. Pero la exhortación es la misma.
• “Preparar el camino al Señor”.  Dios es discreto, pero no es indiferente. Es el Señor de este mundo y ama a todos sus hijos. Es cierto que muchos parecen vivir alejados de él. Pero no podemos quedar paralizados por el “pesimismo estéril” que denuncia el papa Francisco. Hay que tender puentes para que Dios pueda encontrarse con sus hijos.
• “Allanad sus senderos”. Muchos  encuentran dificultades para  andar por el camino del Señor. Unos gritan su rechazo con blasfemias y otros lo demuestran con su indiferencia. Hay rocas institucionales que habrá que dinamitar. Pero ahí están también todos los escandalosos altibajos que presentamos los que decimos creer en Dios.
Es cierto que vivimos en un desierto. Pero es cierto que en el desierto resuena una voz que grita para despertarnos.  Es urgente allanar senderos para facilitar el encuentro.

EL ENCUENTRO
Nos llama la atención tanto el extraño vestido del Bautista como su dieta de saltamontes y miel silvestre. Pero olvidamos su humildad y su mensaje.
• “Detrás de mí viene el que puede más que yo”. Anunciar al que viene. Porque el Señor está viniendo. He ahí el resumen de  la tarea que nos ha sido confiada. Esa es la forma de superar las tentaciones de la desesperanza y de la orgullosa presunción.
• “Él os bautizará con Espíritu Santo”. Hemos sido bautizados con agua. Y no es poco, si ese bautismo significa el don de la fe y el compromiso de vivirla cada día. Pero el baño del Espíritu nos hará abandonar nuestros miedos y vivir con la osadía de su fuerza.

Inmaculada Concepción (reflexión papa Francisco)

Hoy, la fiesta de la Inmaculada nos hace contemplar a la Virgen que, por singular privilegio, ha sido preservada del pecado original desde su concepción. Aunque vivía en el mundo marcado por el pecado, no fue tocada por él: María es nuestra hermana en el sufrimiento, pero no en el mal ni en el pecado. Es más, el mal en ella fue derrotado antes aún de rozarla, porque Dios la ha llenado de gracia (cf. Lc 1, 28). La Inmaculada Concepción significa que María es la primera salvada por la infinita misericordia del Padre, como primicia de la salvación que Dios quiere donar a cada hombre y mujer, en Cristo. Por esto la Inmaculada se ha convertido en icono sublime de la misericordia divina que ha vencido el pecado. Y nosotros, hoy, al inicio del Jubileo de la Misericordia, queremos mirar a este icono con amor confiado y contemplarla en todo su esplendor, imitándola en la fe.
En la concepción inmaculada de María estamos invitados a reconocer la aurora del mundo nuevo, transformado por la obra salvadora del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La aurora de la nueva creación realizada por la divina misericordia. Por esto la Virgen María, nunca contagiada por el pecado está siempre llena de Dios, es madre de una humanidad nueva. Es madre del mundo recreado.
Celebrar esta fiesta comporta dos cosas. La primera: acoger plenamente a Dios y su gracia misericordiosa en nuestra vida. La segunda: convertirse a su vez en artífices de misericordia a través de un camino evangélico. La fiesta de la Inmaculada deviene la fiesta de todos nosotros si, con nuestros «síes» cotidianos, somos capaces de vencer nuestro egoísmo y hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, de donarles esperanza, secando alguna lágrima y dándoles un poco de alegría. A imitación de María, estamos llamados a convertirnos en portadores de Cristo y testigos de su amor, mirando en primer lugar a los que son privilegiados a los ojos de Jesús. Son quienes Él mismo nos indicó: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25, 35-36).
La fiesta de hoy de la Inmaculada Concepción tiene un específico mensaje que comunicarnos: nos recuerda que en nuestra vida todo es un don, todo es misericordia. Que la Virgen Santa, primicia de los salvados, modelo de la Iglesia, esposa santa e inmaculada, amada por el Señor, nos ayude a redescubrir cada vez más la misericordia divina como distintivo del cristiano. No se puede entender que un verdadero cristiano no sea misericordioso, como no se puede entender a Dios sin su misericordia. Esa es la palabra-síntesis del Evangelio: misericordia. Es el rasgo fundamental del rostro de Cristo: ese rostro que nosotros reconocemos en los diversos aspectos de su existencia: cuando va al encuentro de todos, cuando sana a los enfermos, cuando se sienta en la mesa con los pecadores, y sobre todo cuando, clavado en la cruz, perdona; allí nosotros vemos el rostro de la misericordia divina. No tengamos miedo: dejémonos abrazar por la misericordia de Dios que nos espera y perdona todo. Nada es más dulce que su misericordia. Dejémonos acariciar por Dios; es tan bueno el Señor, y perdona todo.
Que por intercesión de María Inmaculada, la misericordia tome posesión de nuestros corazones y transforme toda nuestra vida.

Estad en vela Mc 13,33-37 (ADV1-17)

Esperar en vela Mc 13,33-37 (ADV1-17)

“¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!” (Is 63,19). El pueblo de Israel se siente atribulado a causa de sus enemigos. Pero siente tambien su parte de responsabilidad. Sabe que ha perdido el camino. Ve que se ha endurecido su propio corazón y que ha olvidado el temor o respeto al Señor.
Como se ha dicho en los versículos precedentes, es preciso que Dios se muestre una vez más. Que muestre su poder y su ternura, su fuerza y su compasión. Que muestre que es el Padre de su pueblo. En ese contexto, el orante manifiesta un deseo que se convierte en súplica apasionada y ferviente. ¡Que Dios rasgue los cielos y baje!   
El salmo responsorial se hace eco de ese anhelo irrefrenable: “Señor, Dios nuestro, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79). Estas súplicas, tan apropiadas al Adviento que hoy comienza, encuentran apoyo en las palabras de San Pablo. A los que aguardan la manifestación de Jesucristo les asegura que el Señor los mantendrá firmes hasta el final (1Cor 1,7-8). Es la promesa más oportuna para los que tratamos de mantener viva la esperanza. 

ATENCIÓN Y VIGILANCIA
 A lo largo del año lítúrgico que hoy comienza se nos ofrecerá la lectura del evangelio según san Marcos. En este primer domingo del Adviento escuchamos una invitacion de Jesús a mantener una esperanza despierta y vigilante (Mc 13,33-37).
• “Estad atentos y vigilad”. Es este un aviso importante para creyentes y no creyentes. Hoy todo nos invita a vivir apresuradamente. La frivolidad se ha convertido en nuestro estilo habitual. Las noticias y los acontecimientos pasan con toda velocidad. Prestar atención a lo que sucede es una buena medida de prudencia.
• “No sabéis cuándo es el momento”. Por numerosos que sean los adivinos y los agoreros, no somos capaces de adivinar el futuro. Creyentes y no creyentes vamos caminando en la oscuridad. No podemos vivir en la indiferencia. Es pecado distraernos. Vigilar el curso de la historia es una obligación moral.
Estas actitudes de la atencion y la vigilancia se reflejan en la parábola de los criados que aguardan el regreso de su amo. Como el portero de la casa, hemos de permanecer en vela.

LA IMAGEN DEL PORTERO
Es importante recordar el deber del portero. El texto evangélico se hace eco de la última palabra de esa parábola. Con ello indica que ese era el punto central del mensaje.
• Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa. Nuestros cálculos no son de fiar. Nuestros programas pastorales no pueden certificar el momento en que las personas y las estructuras podrán reflejar la presencia del Señor.
• Que no venga inesperadamente. El Señor viene a este escenario del mundo. Está viniendo siempre. Pero con demasiada frecuencia nosotros vivimos distraidos, prestando atencion a mil bagatelas. Es un dolor que él llegue y no estemos esperándolo.
• Que no os encuentre dormidos. El papa Francisco ha dicho que una de las tentaciones del evangelizador es la acedia. Nos hemos acomodado en la poltrona y nos hemos quedado dormidos. Es hora de despertar de nuestra modorra.