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El juicio y la fe Jn 3,14-21 (CUB4-18)

“Se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo, a tal punto que ya no hubo remedio”. Resultan impresionantes estas palabras que se proclaman en la primera lectura de este domingo cuarto de Cuaresma (2 Cró 36,14-23).
La maldad y las infidelidades, tanto del pueblo como de sus dirigentes, llegaron a provocar la ira de Dios. La destrucción de Jerusalén y de su templo y el exilio de sus habitantes es la consecuencia de aquella depravación. Quienes no escucharon a los profetas serían reducidos a la esclavitud en Babilonia, hasta que Dios envió a Ciro como libertador.
El salmo responsorial canta la amargura de aquellos deportados, que a toda costa querían mantener la esperanza de volver a Jerusalén (Sal 136).
La segunda lectura nos recuerda que Dios es rico en misericordia y, a pesar de nuestros pecados, nos ama hasta el punto de hacernos vivir con Cristo (Ef 2,4-10). 

LA FE Y LA SALVACIÓN
El evangelio de hoy nos lleva a revivir aquella visita nocturna de Nicodemo (Jn 3,14-21). Jesús le anuncia que, al igual que la serpiente de bronce que Moisés alzó en medio del campamento de los hebreos, así será elevado él para dar la vida a los que crean en él.
 En aquella conversación sobresalen tres afirmaciones sobre Dios, que son también afirmaciones sobre Cristo y sobre el hombre:
• Dios ama a este mundo. Es decir ama al hombre que ha creado. Y lo ama hasta el punto de entregar a su Hijo. Lo entrega para que no perezca ninguno de los que creen en él. 
• Dios no pretende juzgar al hombre. Es el hombre quien determina su propio juicio en virtud de su fe o su increencia en el Hijo de Dios.
•  Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgarlo. El objeto del envío era y es que el mundo pueda salvarse por él. Eso es lo que Dios desea para toda la humanidad.  

LA LUZ Y LA VERDAD
 La larga conversación entre Jesús y Nicodemo resume los temas principales del evangelio de Juan. Entre ellos sobresalen los de la luz y la verdad.
• “El que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras”. Es esta una observación habitual en cualquier sociedad. En este contexto, es la luz del Evangelio la que revela lo que el hombre es en el fondo de su alma.
• “El que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.  Generalmente se piensa que la verdad es algo que se ignora o se conoce. En este caso, la verdad es algo que se “hace”. La luz de Cristo revela si somos de la verdad.

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